En “La aventura de viajar. Historias de viajes
extraordinarios”, posiblemente el libro más intimista del gran escritor de
viajes ya fallecido, se narran, a modo de compendio general, las vicisitudes y
periplos que el autor experimentó en los numerosos viajes que acometió a lo largo de su vida. Pero,
por encima de todo, Javier Reverte plasma, con nostalgia y enorme sensibilidad,
las motivaciones y sentimientos que le llevaron a emprender una vida de
aventura, entendida, tal como él la define, como “palabra que no identifico con
el amor al peligro, sino con la atracción por lo desconocido”.
Porque el niño que Javier fue, y que nunca deseó dejar de
ser, siempre anheló adentrarse en los territorios donde los acontecimientos
discurrían de un modo distinto.
Porque él fue así, como se define sencillamente en el libro:
“Nunca de dejado que se desvanezca el niño que fui y lo trato de mantener
contra viento y marea. Lo que quiero decir es que nací con un alma deseosa de
aventura y no he aceptado casi nunca disfrazarla de otra cosa”.
Si algo me ha gustado de este libro es la intensidad con que
el autor nos traslada su pasión por los viajes, la literatura y la exploración; pero, sobre todo, porque me ha
permitido conocer con cierta profundidad al que, seguramente, sea
el escritor a quien más he admirado.
Con melancolía, lucidez intelectual y la fina ironía que impregnó siempre sus
obras, el autor narra episodios de su infancia, cuando claramente ya evidenciaba
su vocación viajera y aventurera; anhelos que le fueron guiando a lo que
finalmente desembocaría en una existencia dedicada a la narración de sus
vivencias por diversas partes del mundo,
especialmente por África, continente por el que autor siempre sintió una
especial atracción.
Es este libro el mejor testamento que Javier nos pudo dejar,
una alegoría a la vida y una sugerencia a disfrutarla con inquietud, admiración, intensidad
y sin artificios; y, por supuesto, con pasión literaria y aventurera.