
La autora, haciendo uso de un estilo ágil, sencillo y sin florituras, que recuerda en cierto modo al de otros maestros del género (como Ken Follett) nos adentra en una historia cargada de aventura e intriga que, ciertamente, dificultan que el lector encuentre el momento de suspender la lectura de tan trepidante relato. No podía ser de otra manera: sus 1.104 páginas requerían esa carga de tensión para enganchar hasta el desenlace que, en un libro de estas características, no podía ser sino inesperado, sorprendente.